Escritos divulgativos de ciencia, medicina, psicología, sociología, adicciones y mas...
Esta OPINION PERIODISTICA fue escrita originalmente en Abril de 2009. Al inicio del brote de Gripe A H1N1. Antes del regreso del PRI.
Ahora, despues de el advenimiento de Morena, de haber vivido y sobrevivido una Pandemia mucho mas grave y prolongada, de la prodigiosa llegada de las nuevas vacunas y de todas las controversias que se sucitaron; es necesario actualizar el texto, tomando en cuenta el contexto y los acontecimientos actuales. Para ello utilizaremos las herramientas actuales a nuestra disposicion.
Actualizado: Septiembre 2024.
Un poco de Contexto
¿El
chupacabras del 2009?
En México, parece que vivimos en una constante cultura de sospecha, cuyo origen se puede rastrear a los que creiamos tiempos antiguos cuando los "PRInosaurios" dominaban la politica Mexicana. Esta desconfianza no solo ha perdurado, sino que ha sido perpetuada por los gobiernos que, a pesar de ofrecer una alternancia en los nombres, mantuvieron en mayor o menor medida las mismas prácticas que criticaban. Así, lo que se prometió como un cambio se convirtió en una continuidad disfrazada, que finalmente pareciera estar regresando al principio, dejando a la población sumida en la incertidumbre y el escepticismo..
Esto ha llevado a que la poblacion ponga en duda lo que dice y hace su gobierno en turno, de cualquier signo y color. Y esta actitud no es gratuita. Estamos en un país donde los sistemas de cómputo electoral "se caen" en momentos críticos, donde un candidato a la presidencia es asesinado por un "lobo solitario", y donde un secretario de seguridad muere al caer su helicóptero, seguido años después por otro secretario de gobernación cuyo avion cae en circunstancias similares, atribuidas a fallas técnicas y turbulencias de estela.
En México, para el ciudadano común, cada evento que ocurre en el país desata inevitablemente una avalancha de teorías y comentarios. Estas explicaciones, que van desde lo ingenioso hasta lo totalmente absurdo, a menudo se multiplican con una rapidez asombrosa. Algunas son tan incoherentes que, irónicamente, terminan pareciendo verosímiles, mientras que otras, por lo ridículo de sus planteamientos, provocan más risas que certezas.
En este contexto, no debería sorprender a nadie que, ante la aparición de la alerta epidemiológica por la entonces denominada influenza porcina, la respuesta del pueblo fuera exactamente la misma que en otros temas. Sin embargo, a diferencia de las cuestiones políticas, las opiniones y reacciones frente a esta epidemia tuvieron repercusiones muy reales y directas en la vida de las personas. El peligro radicaba en que, si alguien creía firmemente que todo lo que estaba ocurriendo no era más que otra maniobra de control gubernamental o un simple distractor, probablemente no seguiría las recomendaciones para evitar contagiarse. Y esto fue extremadamente peligroso.
En aquel ahora lejano 2009, en diversos foros de Internet, en llamadas a programas de radio, en conversaciones de oficina, e incluso en el omnipresente "radio pasillo", la teoría de la conspiración fue ganando terreno. La desinformación minaba los esfuerzos para unificar criterios y acciones frente a la crisis. Bastaba con darse una vuelta por la entonces popular Yahoo Respuestas para ver cómo crecía la opinión de que la epidemia no era más que una versión renovada del "chupacabras", con los mismos objetivos de distracción mediática ante las elecciones que se aproximaban. Creer en esta narrativa era, y sigue siendo, muy peligroso, pues el escepticismo frente a la gravedad de la situación sanitaria podía traducirse en decisiones que ponían en riesgo la salud y la vida de las personas.
Ese primer escepticismo que surgió en 2009 fue apenas una pequeña muestra de lo que estaba por venir en 2020, cuando el fenómeno se repitió, pero esta vez magnificado por la pandemia de COVID-19. El escepticismo no solo se limitó al virus, sino que se extendió a las vacunas, alimentando teorías aún más elaboradas y desconfiadas. Esta vez, la desinformación se propagó a una escala global, potenciada por las redes sociales y la incertidumbre que reinaba en torno a la nueva enfermedad. La desconfianza hacia las autoridades y hacia los expertos en salud pública tuvo consecuencias graves: muchas personas, convencidas de que todo era parte de una conspiración, se negaron a seguir medidas preventivas e incluso rechazaron vacunarse. Esto no solo comprometió su salud y la de sus seres queridos, sino que también dificultó los esfuerzos para controlar la pandemia, prolongando la crisis y aumentando el número de víctimas. Lo que en 2009 fue un riesgo latente, en 2020 se convirtió en una amenaza tangible que demostró cuán peligrosa puede ser la combinación de escepticismo y desinformación en situaciones críticas.
Este fenómeno, sin embargo, no es exclusivo de nuestro país. Ya en 2009, al buscar la palabra "influenza" en YouTube, no aparecían en primer lugar los videos con las últimas noticias oficiales sobre el brote. En su lugar, los primeros resultados eran una avalancha de videos que "alertaban" sobre una supuesta conspiración multinacional con fines oscuros y poco éticos, cuyo objetivo, según se afirmaba, era crear un nuevo orden mundial basado en el terror y la dominación, con los grandes capitales como principales promotores. Toda una teoría de la conspiración que, lejos de ser una idea marginal, comenzó a ganar cada vez más adeptos.
Sin embargo, no me atrevería a atribuir mala fe o un afán deliberado de desinformación a todo el material que circula en la red sobre estos temas. Más bien, lo que se observo en 2009 y luego en 2020, es quizás la expresión más acabada del miedo. Este fenómeno puede ser visto como un sofisticado mecanismo de defensa frente a la inminencia del peligro real, una forma de intentar mantener el control cuando se enfrenta a la súbita certeza de impotencia frente a la amenaza. Ante un nivel tan alto de angustia, resulta más tolerable y reconfortante pensar que todo es simplemente una manipulación estatal, que el riesgo no es real, y que no existe una amenaza concreta de morir o de perder a un ser querido en un corto plazo. En la cara de la amenaza, casi se desea creer en la conspiración, en el complot, en el engaño. Es un elaborado mecanismo de negación, nacido del inconsciente colectivo, diseñado para no sucumbir ante la angustia de la fatalidad.
Y quizás, este bálsamo de "no pasa nada" pueda ofrecer un alivio momentáneo, pero el verdadero peligro radica en aferrarse a esta ilusión y actuar como si fuera cierta. Las historias de desobediencia y desprecio por las medidas de seguridad se multiplicaron en ambas emergencias sanitarias. Se vio en ese 2009 gente en los cines, en los antros, y personas enojadas porque no se les permitió entrar a los estadios. En 2020 se protesto por el cierre de actividades no escenciales, como la produccion de cerveza. La seguridad mostrada por esos negacionistas oculta un miedo insoportable; en sus actos imprudenciales se pudo entrever la necesidad desesperada de convencerse a sí mismos de que no están en peligro. Desafortunadamente, es en estas personas donde más fácilmente se puede comprobar la realidad del peligro que enfrentaron. Todos conocimos a ese alguien que "No se cudiaba" y que ahora ya no esta...
En 2009 sin embargo, no se trató de un complot. La comunidad médica, en sus charlas informales durante las guardias y las pláticas de media mañana o media tarde, comenzó a intercambiar información sobre lo que estaba ocurriendo. Los vasos comunicantes entre instituciones y servicios se llenaron de datos, comentarios y experiencias que revelaban una realidad inquietante. Desde inicios de abril de 2009, los profesionales de la salud empezaron a observar la llegada de pacientes jóvenes, previamente sanos y sin factores de riesgo, con neumonías inusuales para su perfil. Las unidades de cuidados intensivos (UCI) empezaron a registrar choques sépticos atípicos y fallas respiratorias inusuales. Aunque el gremio médico tenía sospechas, no era en torno a la existencia del virus, sino a la tardanza en la respuesta oficial ante la emergencia. Sin embargo, estas sospechas también se mantenían en el ámbito de la rumorología.
Con todo, ni terror ni desdén. Buscar un equilibrio implica la difícil tarea de filtrar la información que recibimos para actuar conforme a lo que se acepta como real. Este enfoque promueve un pensamiento racional, con una percepción adecuada del riesgo y una saludable conciencia de la limitación humana, tanto a nivel individual como colectivo. En este contexto, recurrir a un poder superior, como la figura de Dios, puede comenzar a tener sentido no en busca de inmunidad o protección absoluta ante la adversidad, sino en busca de una tranquila certeza de que lo que está fuera de nuestro control personal está en un orden superior. Así, la angustia puede disminuir no ante una falsa sensación de seguridad, sino ante una certeza más real de que, pase lo que pase, hay cosas que simplemente no podemos cambiar.
Apuntes sobre actualizaciones previas.
Actualización (2016): Visto a toro pasado, la pandemia de aquel año fue sin lugar a dudas real, pero el virus fue mucho menos contagioso (Ro baja) y mucho menos mortal que lo temido. Viéndolo a casi 7 años, podemos creer que ese momento es similar a cuando nos despierta una alerta sísmica por un temblor de 6.0 grados Ritcher, sirve para afinar nuestras respuestas ante "el grande" que se viene de la zona de riesgo en Guerrero. Igual nos paso con el AH1N1 en aquellos años, se vio si los protocolos funcionaban y como lo hacían. Hoy la OMS y las autoridades de salud de cada pais, esperamos, estan mejor preparados para esa epidemia que remede la Gripe Española, inevitable pero previsible en sus efectos.
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Leer más sobre la declaración de emergencia internacional por mpoxRepositorio Multimedia del Brote de 2009.
Asi lo daba a conocer el entonces presidente Felipe Calderón
La OMS elevaba el nivel de alerta
La ciudad de México desierta en aquel Abril
Un documental sobre la emergencia sanitaria
Aviso de Actualización del texto por IA (2024).